Eran las dos de la tarde, e disponía a ir a mi comercio para hacer los últimos retoques.
Cuando estaba doblando la esquina, vi una marabunta de mujeres peleándose para ver quien entraba primero en la tienda y así poder coger lo más bonito. Por lo menos había medio Ferrol.
Intenté esquivar a las chicas pero no dejaban ni el paso de un mosquito, gritaban, empujaban…Por eso me vi obligado a gritar que se callasen, que la tienda se abría a las cinco y que me dejasen pasar.
Las malas caras de las mujeres me hicieron ir de prisa , parecían leonas y yo su presa.
Abrí la puerta y alguna quería entrar pero yo lo impedí.
Dejé mis cosas en el mostrador y comencé a pensar que necesitaría a dos o tres personas más para que me ayudasen. Llamé a mis hermanos y ellos aceptaron ayudarme.
Les pasó algo parecido que a mi pero al final dieron entrado, los abracé y les besé dándoles las gracias.
Hablamos cinco minutos y nos dispusimos a poner los quilos de ropa en las estanterías, colocar carteles, barrer, poner percheros…
Cuando acabamos eran las cinco menos diez y ya estaba todo listo pero faltaba poner los puestos en la tienda. Grite: Marisa a los roperos; Tamara, conmigo en esta planta;
Miguel, en la planta de arriba.
Todos ya en nuestros puestos, me dirigí hacía la puerta y comenzó el asalto. Abrí la tienda y me refugie corriendo detrás del mostrador. Ellas corrían y gritaban para coger el mejor pantalón, camiseta, etc.
En el transcurso de la tarde las chicas se calmaron pero la ropa seguía saliendo por la puerta, no había tiempo de reponer, a las ocho cerramos la tienda. Parecía un desierto del oeste con bolas de paja volando por la tienda.
La caja estaba a tope y había escasez de ropa por eso mañana por la mañana no podré abrir para reponer con el pedido que llega. Estoy cansado, no tengo ganas de hacer nada más, me voy a casa a descansar para estar con energías para escapar y aguantar a estas fieras que parecía que estaban en celo.
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